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jueves, 12 de junio de 2025

Mi amiga Venus, mi tiempo y los disminuidos.

 A Venus.

Una mujer buena, trabajadora incansable, inteligente y querida amiga.


Apreciados e indispensables lectores o visionadores. A veces puedo parecer un poco telegráfico en mis entradas, pero tengo razones suficientes como para justificarme.

Escribo de corrido y muchas veces no tengo tiempo de revisar lo que escribo. En ocasiones lo hago dos o tres días después y lo corrijo o me lo corrigen. Me refiero a la gramática o la ortografía. Los errores de contenido que pueda haber, los suelo encontrar si alguna vez enlazo el texto y los pillo. Gracias a Dios, ocurre poco.

Algunos lectores o personas que no me conocen, ven el logo de disminuido físico que preside el blog y parece que creen que soy un trozo de carne en estado catatónico.

Para mi sorpresa, algunos de los que me conocen también creen eso, a pesar de que las apariencias y la evidencia lo desmientan. Pero la tontería humana no tiene límites. Bueno, algo raro sí soy.

Cuando el ayuntamiento de Barcelona me dio la responsabilidad de ocuparme del tema de los disminuidos psíquicos y físicos de la Ciudad, la primera dificultad que tuve que vencer, fue la ignorancia y estulticia de la ciudadanía, que confundía ciertas formas de disminución física con disminución psíquica y que veía con distancia a los disminuidos en general, pensándose que ellos eran mejores, cuando en realidad eran peores, pues no hay mayor tara que la ignorancia voluntaria.

El citado logo no advierte que el blog sea menos, si no que quiere animar a que otros se lancen a la aventura.

Todos los días, incluidos los domingos, me despierto a las siete de la mañana, a veces antes y estoy operativo hasta las once de la noche. La comida y la cena son frugales para no perder tiempo; a veces, para desquitarme, son de restaurante de barrio.

Me paso el día escribiendo, estudiando y resolviendo los enredos en los que nos mete este gobierno enfermo, vicioso e insensato.

No participo en redes sociales y aun así, me faltan horas al día para hacer todo lo que quiero.

Me fastidian los whatsapps, correos electrónicos o cualquier otra forma de comunicación, que no sean para cuestiones muy concretas y que simplemente divaguen, porque me rompen el ritmo de trabajo, aunque a veces, por cortesía o caridad, debo aguantar.

Solo me gusta socializar con personas solventes intelectualmente, queridas o con las que puedo hablar sin autocensurarme. Entre las personas queridas están los indigentes, los, niños, los ancianos y en general los débiles y quienes me inspiran afecto.

Me fastidian especialmente los pedantes y los creídos.

Considero imbéciles a los que no tienen sentido del humor o que lo tienen solo con chistes escatológicos o sexuales.

Ya está por hoy. Gracias por perder tu tiempo conmigo.

 


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