Antonio, mi amigo pastor en Níjar, quien me enseñó
lo poco que me fue útil del conocimiento del campo, me decía que; pedir es
perder saliva.
Era analfabeto, total, pero su compañía se me hacía
siempre corta.
Nunca me aburrí en las excursiones que teníamos, en
las que no dejábamos de hablar como cotorras.
Y tampoco, nunca nos faltó conversación.
Cuando veía el cielo amenazador, le preguntaba;
¿lloverá?
Y siempre me
contestaba con una sonrisa y una encogida de hombros; ...quizás sí,
...quizás no.
Durante mucho tiempo medité esta respuesta y al fin
la entendí.
El tiempo local no se puede predecir por el aspecto
del cielo.
El tiempo local en el Mediterráneo, es tan aleatorio
y cambiante, que lo hace impredecible y menos por el aspecto del cielo.
Nos puede acercar más a la predicción el
comportamiento de las hormigas, por ejemplo.
Después de haber vivido una vida en un enclave muy
concreto del Mediterráneo, me veo incapaz de predecir cualquier meteoro a corto
o medio plazo.
Pero a pesar de eso, muchas veces he hecho
predicciones.
Para equivocarme casi siempre.
Aquel pastor, más inteligente que yo, nunca me
contestó con una predicción a mi tonta pregunta; ¿lloverá?
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