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jueves, 7 de noviembre de 2024

Un Anubis doméstico.

Museo de El Cairo. Anubis, de verdad.


Mi musa perruna.

Pensarás, este hombre o lo que sea, está perdiendo el juicio.

No, todo tiene su sentido.

La presencia, inmortalizada en una pequeña escultura en metal de mi amigo perro, me trajo a la memoria, la escultura en material menos noble, que vi en el Cairo del dios Anubis.

No soy un filósofo, soy un desastre.

La presencia de mi colega perruno inmortalizado en no sé en qué metal, me hace pensar muchas veces, en el tránsito.

Reconozco que es una pérdida de tiempo, como escribir este blog o ir al cine.

A veces, al observar la naturaleza, se nos levanta el ánimo y pensamos en su grandeza.

Observar a mi amigo perro, con su cara de pánfilo ausente, me vuelve a la realidad y a lo maravilloso que debe ser lo trascendente, para compensar lo intrascendente.

Pero es que los galgos y los podencos, son tal para cual; unos panolis que corren muy rápido, para llegar a ningún sitio.

Se acabó la trascendencia.

Mañana hablaré de piedras.


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