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viernes, 15 de noviembre de 2019

Un naturalista y Greenpeace.


El buque escuela CRIS 1 amarrado en el muelle de Bosch i Alsina en el Puerto de Barcelona.
El buque escuela CRIS 1 navegando frente a la central nuclear de Vandellós (foto: prensa española).

Cuando en su momento (en esa época yo era un referente en la cuestión medio ambiental marina en Cataluña) Greenpeace me ofreció llevar la dirección de su organización en esta Comunidad, les agradecí el ofrecimiento y rechacé tal responsabilidad.

Ya nos conocíamos de antes, por lo que enseguida entendieron mis argumentos y quedamos como amigos (luego les asesoré en aspectos puntuales, como refiero en algún lugar de este blog).

Las razones que aduje para rechazar la oferta fueron dos. La primera el no desear sujetarme a disciplina de organización alguna, y la segunda la de que no soy ecologista sino naturalista.

Sobre la primera huelgan comentarios. Sobre la segunda debo decir que desde mi punto de vista, la ecología es la política aplicada a la Naturaleza, lo que supone partir con prejuicios que nos restan objetividad.

Tiempo antes, la primera relación con Greenpeace había sido de lo más favorable para ellos, pues buscaban un espacio en el que instalar sus oficias en Barcelona.

Por entonces me ocupaba de la  que fue la primera sede del C.R.I.S. en Barcelona, en la céntrica calle Pelayo la más transitada de la Ciudad,  pared con pared con el diario La Vanguardia.

Cuando el C.R.I.S. se trasladó al nuevo Casal del C.R.I.S. en Esplugues del Llobregat me dejaron la vieja oficina  (Pelayo 32, ático) como sede del Departamento de Biología del C.R.I.S. del que era director.

Con autorización del C.R.I.S. facilité a Greenpeace que ocupara el local, primero compartiendo el espacio para más tarde pasar a ocuparlo sólo ellos.

El cambio de titular fue una operación delicada que, gracias a la colaboración de todas las partes acabó bien. Greenpeace quedó “compuesto y con novia” en Barcelona.

La siguiente colaboración con Greenpeace fue la cesión en régimen de alquiler del buque escuela  CRIS-1 para una campaña de la organización.

La campaña fue un éxito para Greenpeace, pero supuso el principio del fin del CRIS-1 y de sus tareas docentes y sociales.

El interés mediático de la campaña fue tal, que puso al CRIS 1, en el punto de mira de las autoridades de la Armada y del propio C.R.I.S.

Ya que por entonces la ecología estaba monopolizada por la izquierda, y aún no teniendo adscripción política alguna, se me cerraron todas las puertas y crecieron como setas los obstáculos. De haber ocurrido hoy, otro gallo me hubiera cantado. Pagué el precio de la libertad y de estar adelantado a mi tiempo.

Más tarde asesoré a Greenpeace en asuntos de arrecifes artificiales y tortugas marinas.

Recuerdo con interés esta etapa en la que descubrí virtudes de Greenpeace que pasaban inadvertidas a quienes simplemente, observaban desde fuera.

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