Dicho a bote pronto, sin matizar, digo que no me
gusta la naturaleza humana, así en general.
No me gusta porque predomina el instinto de
conservación que nos hace agresivos y violentos.
Si ejerciéramos nuestra racionalidad, podríamos
compensar ese instinto que mantiene a nuestra especie a costa de hacerla
indiscriminadamente peligrosa.
El culmen de esa peligrosidad está en los crímenes, en las guerras y en los genocidios.
Pero no hace falta tirar tan alto para ver los
efectos de ese egoísmo supervivencionista.
A modo de maqueta ilustrativa, podemos mirar a
Internet. Su público es una muestra en pequeña maqueta, de la naturaleza
humana.
Ese público (a veces con un coste testimonial de
soportar breves anuncios), disfruta del esfuerzo de los creadores de contenidos
a los que a veces da como recompensa, las migajas de un me gusta o de
una suscripción. Una minoría da un poco más.
Pero cuando él creador entra en una laguna creativa
por las circunstancias que sean, su público le abandona.
Me ha llegado a escandalizar al oír un episodio
referido a esto en un canal de Youtube El gen Martínez.
Soy muy empático, y en ocasiones me afecta más lo
ajeno que lo propio.
Por eso no me gusta la naturaleza humana, porque
pide más de lo que se merece, porque es violenta, egoísta y carece de caridad.
Con honrosas y abundantes excepciones.
Afortunadamente no es el caso.
Este blog es minoritario y me siento arropado por
mis pocos visitantes.
Pero reconozco que Martínez puede tener algo
o mucha razón.
He buscado el vídeo para enlazarlo, pero no he
sabido encontrarlo.
El fondo es el mismo, pero menos elocuente y menos
vivido.
Me puedes decir y con razón, que he mezclado
cuestiones de fondo con trivialidades.
Es cierto, pero la trivialidad, la maqueta, a veces
ayuda a entender la cuestión de fondo.

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