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La variada, sana y sabrosa dieta mediterránea. |
No soy del ramo. Lo aquí digo es una experiencia
personal.
Tengo una edad solvente y mi analítica es buena en
todos los aspectos básicos. Estoy dentro de lo normal.
Hasta los veinte largos, fui vegetariano, no por cuidarme,
sino por amor a los animales. Aunque comía huevos y queso y bebía leche.
Eso resulta incoherente, pero era hasta donde podía
llegar.
Era goloso en exceso, lo que todavía está a tiempo
de pasarme factura.
Bebía refrescos, la mayoría carbonatados.
Siempre he tomado varios yogures al día y he
procurado levantarme de la mesa con hambre. Creo que es este un consejo de
Séneca, que siempre me he aplicado.
Pronto dejé los dulces, reservándolos solo para
celebraciones y en forma muy comedida.
Cero golosinas sintéticas y mierditas similares.
Ya no tomo refrescos carbonatados incluida el agua
con gas, que me chiflaba, porque creo que el gas perjudica a la circulación
venosa.
No bebo zumos empaquetados, porque llevan mucho
azúcar. Cuando me apetece zumo, como, por ejemplo, el de naranja en el
desayuno, si es de tetrabrik, lo rebajo al 50% con agua, para beber más
con menos azúcar; algún médico me ha dicho que bebo poco y es cierto. Y también
como poco. A veces. Puedo pasar un día sin comer, o dos, pero no por afán de
hacer dieta, sino porque me lo pide el cuerpo; a lo sumo, una o dos galletas
María y el agua que me apetece.
Como de todo lo que me gusta, pero con la precaución
que comentaba de no hincharme.
No como ni pico entre comidas, salvo que me
encapriche de alguna tontería testimonial. Si me costara esfuerzo no lo haría,
pero mi cuerpo se ha habituado a eso.
Creo que comer insectos como comida habitual es
antinatural en nuestra especie. Y que hacerlo como experiencia, es una
estupidez.
La civilización judeocristiana de la que disfrutamos
hoy, se ha basado en lo que conocemos como dieta mediterránea, que es natural,
sabrosa y sana.
Soy totalmente abstemio, aunque reconozco el valor
dietético de la cerveza y del vino, pero no le gustan a mi paladar.
No fumo y procuro hasta el extremo no ser fumador
pasivo.
Tomo la medicación imprescindible, eludiendo la
superficial, como los analgésicos y todos aquellos fármacos, que simplemente
sirven para sentirse mejor en constipados u otras dolencias leves. Eso ha hecho
que pase momentos incómodos en gripes o con dolores de cabeza, pero tiene la
ventaja de que cuando recurro a ellos me hacen un efecto muy bueno, pues el
cuerpo no está habituado.
Veo que hay muchas personas que tienen problemas
intestinales o de evacuación. Nunca ha sido mi caso y como los judíos
ortodoxos, agradezco cada día a Dios que me facilite esa función.
Si alguna vez he cometido exceso en algo, la
naturaleza me ha pasado factura.
Por eso creo que la síntesis de esa entrada es que
se puede llevar una vida sin privarse de nada, siempre y cuando todo se haga
medido y escuchando al cuerpo.
Hay otro factor en el que no entro por su
complejidad, que es el aspecto psicológico, qué va íntimamente unido al físico.
Por mucho que se regule la dieta y el modo de vida físico,
de poco servirá si no hay un equilibrio en la mente y en el alma.
Aunque como te he dicho ese es un tema muy complejo
que tengo siempre presente, pero que no me apetece entrar a comentarlo aquí y
ahora.
Paella en un crucero por el Nilo.
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