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Escolopendra, voraz y venenosa. Foto: Libre en internet. |
La entrada de hoy es la posdata de la entrada de que te enlazo al final.
No tengas prisa, luego la podrás ver.
Normalmente ilustro cada entrada, con una imagen que
se relacione con el título y el texto. Las ilustraciones son mías en su inmensa
mayoría, salvo que indique lo contrario en el pie de foto. Excepcionalmente, la
relación texto-foto no es evidente, aunque lo normal es que sea de cajón.
No es este el caso de hoy, pero sin duda sabrás
encontrarla.
El día en que subí esta entrada, no sé si por prisas
o por pereza, no me ocupé demasiado de ella. Aprovecho para hacerlo ahora
La fotografía la obtuve de una de esas páginas web
de internet, que ofrecen imágenes libres de derechos. No lo suelo hacer, pues
me gusta aportar fotos nuevas a internet, así como textos inéditos. Es mi
gotita de agua en el océano.
Así hago casi siempre e incluso muchas veces me
reprimo para no hacer la entrada demasiado larga, por su peso y para no
aburrir.
Pero algo quiero decir de las escolopendras.
En el desierto de Almería, donde viví alrededor de
seis años pastoreando y cultivando, había escolopendras y escorpiones.
Escolopendras vi pocas, una de ellas en mi cama como
regalo de uno de mis gatos. Con frecuencia mataban bichos y me los dejaban en
la cama como regalo. Ese día fue una escolopendra enorme y ya estaba muerta.
Pero me despertó un cierto temor, por si algún día me dejaban un bicho
moribundo.
Sin embargo, los escorpiones eran algo
extraordinariamente común. Exageraría si dijera que cada piedra que levantaba,
dejaba al descubierto uno o varios de ellos. Algo semejante a lo que me ocurrió
en la Sierra de Gredos. Por la noche eran cantidad paseando. Bueno quizás
exagero un poco, pero eran algo muy frecuente.
Nunca me picó una escolopendra ni un escorpión, pero
en Almería temían mucho más a las escolopendras que a los escorpiones. Por lo
visto las picaduras de las escolopendras del tamaño de la de la foto son
terriblemente dolorosas, pero nunca nadie me ha descrito qué se siente.
Aunque estos neurotóxicos creo que son más
peligrosos por sus secuelas que por el dolor en el momento de la picadura. Sí
me han explicado, por ejemplo, el dolor de un pez araña, que es intensísimo y
que además puede tener secuelas de hospital.
También conozco, en este caso por experiencia
propia, las picaduras de la avispa, que es dolorosísima, pero que salvo que se tenga
especial alergia hacia ellas. no tienen secuelas graves. El dolor relativamente
poco, aunque me han picado en lugares muy sensibles como es por ejemplo el lado
interior del antebrazo.
El dolor es muy intenso, pero como no hay más
remedio, se soporta. Lo que hay que cuidar y vigilar son las secuelas,
especialmente si el accidentado es un niño o alguien con especial sensibilidad
hacia esos venenos.
No ha de dar vergüenza visitar con diligencia una
farmacia, que siempre está a mano, o a un médico como mejor opción.
Si el accidente ha sido con un pez araña, por
ejemplo, creo que la opción del médico es imprescindible.
Tengo pendiente subir el PDF de un artículo largo
que escribí sobre este tema, pero no encuentro un modo de hacerlo en el blog.
He visitado a nuestros socorridos amigos hispanoamericanos, que tanto se prodigan
en YouTube con magníficos tutoriales sobre temas informáticos, pero me
parece muy difícil lo que me explican sobre cómo subir un PDF a un blog. Y es
que cada uno, llega hasta dónde llega.
Si lo consigo, ya te traeré más información.
Ahora sí, puedes ver la entrada que motiva esta, pulsando aquí.
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